Historia de la Colección Lázaro
Para saber más... El origen de una colección única
Los orígenes de la Colección
La pasión de José Lázaro Galdiano por el arte comenzó en Barcelona, ciudad a la que llegó en 1882. A finales de 1888 se trasladó a Madrid y aquí, junto a la actividad editorial, dedicó tiempo, dinero e ilusión a la formación de su gran colección de arte. Pronto encontró acomodo para su instalación en su residencia de la Cuesta de Santo Domingo, según Rubén Darío la mejor puesta que existía en España, y más tarde en la de la calle Fomento. Poco después de contraer matrimonio en 1903 con Paula Florido, eficaz colaboradora en el incremento de sus colecciones comenzó a construir Parque Florido, inaugurado en 1909. La Colección actual es la unión de las tres colecciones que Lázaro reunió durante más de sesenta años dedicados con tesón e ilusión a la búsqueda de obras artísticas, un conjunto de más de 12.600 piezas –con pintura, escultura, joyas, tejidos, platería, arqueología, mobiliario, numismática o marfiles– que el Museo guarda y exhibe desde 1951.
La Colección de Madrid
Formada por las obras adquiridas por Lázaro desde sus años en Barcelona hasta 1936, como las pinturas, dibujos y obra gráfica de Goya, Murillo, Velázquez, El Greco o El Bosco, la colección de primitivos españoles y flamencos, entre las que destacan las tablas de Blasco de Grañén, García del Barco, Gérard David o Quentin Metsys, sin olvidarnos de la magnífica tabla del Salvador adolescente –del taller de Leonardo da Vinci—, el San Juan Bautista de Michaelina Wautier, la Espada del segundo conde de Tendilla o el Cristo atado a la columna, del escultor florentino Michelangelo Naccherino.
La Colección de París
Se conformó durante la década de los años treinta, especialmente desde 1936, año en que José Lázaro se trasladó a vivir a la capital francesa alternando con estancias en Roma y otras ciudades europeas, y se da por cerrada a finales de 1939. Está compuesta por pinturas, piezas de mobiliario, libros y objetos artísticos entre los que destaca el conjunto de cerámica italiana, algunos pequeños bronces, medallas, armas de fuego o esmaltes. Entre las importantes pinturas adquiridas esos años se encuentra el retrato de una joven dama atribuido a Sofonisba Anguissola, el retrato de Ana de Austria de Alonso Sánchez Coello, el San Lorenzo de Bernardo Cavallino o el retrato de Juan III de Portugal de Antonio Moro.
La Colección de Nueva York
Lázaro llegó a Nueva York en noviembre de 1939 y allí residió hasta marzo de 1945. En este corto periodo de tiempo viajó por varios Estados, aprovechó para visitar museos, entrevistarse con coleccionistas, galeristas e historiadores a la vez que adquiría más de mil obras de arte y bibliofilia. Orgulloso de la colección reunida, la presentó al público durante el verano de 1945 en el Museo nacional de Arte Antigua de Lisboa. Terminada la muestra, las obras quedaron depositadas en el museo portugués mientras se tramitaba su entrada en España, llegando a Madrid en enero de 1947. Entre las piezas adquiridas destacan la Taza de Julio César, el Gran plato con las armas de Felipe III, duque de Borgoña, o la Madonna Cernazai de Niccoló di Giovanni Fiorentino, procedentes de la Colección Hearst.
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La transformación: de Palacio a Museo
Desde su inauguración en 1909 el palacio se fue adaptando a las necesidades de la familia sin variar su estructura arquitectónica. Las primeras modificaciones las realizó Lázaro entre 1945 y 1946, tras la recuperación de las obras artísticas que habían salido de Parque Florido durante la Guerra Civil y a la espera de la llegada de las adquiridas en Nueva York y París. Sin embargo, la verdadera transformación comienza con las obras que convirtieron la casa en museo, llevadas a cabo entre 1949 y 1950.
En una primera fase se techó el patio central y se eliminaron la mayoría de los espacios privados de la segunda planta para albergar la instalación museográfica, ideada por el arquitecto Fernando Chueca bajo la supervisión de José Camón Aznar, primer director de la fundación. La necesidad de exponer miles de obras, muchas de ellas de pequeño tamaño y gran valor, imponía por organización y seguridad una ordenación propiamente museal. Así, dos de las cuatro plantas del edificio –baja y segunda– fueron radicalmente reformadas, conservando la rica decoración original de la planta noble y de tres salas de la segunda planta con el fin de evocar el ambiente de la antigua residencia.
En 1958 finalizó la segunda fase, que transformó la última planta del palacio para ampliar la superficie expositiva, y modificó la disposición de la Colección proyectada en 1950.
El nuevo aspecto del palacio se mantuvo hasta la última rehabilitación integral, realizada entre 2001 y 2003 por el arquitecto Fernando Borrego con instalación museográfica de Jesús Moreno y Asociados, siguiendo el guion museológico realizado por el equipo técnico del museo. Adaptado a las nuevas exigencias museográficas, se reabrió al público en febrero de 2004.
El Museo
Inventariados sus fondos por Emilio Camps Cazorla (1903-1952), el Museo abrió sus puertas al público el 27 de enero de 1951 siguiendo el deseo de Lázaro de que su colección sirviera para la formación y el disfrute de las generaciones futuras.
Inauguración
La inauguración del Museo supuso para el público y el mundo de la cultura una grata sorpresa por la riqueza y variedad de las obras, así como por la novedosa museografía empleada para su exposición. En efecto, la colaboración de dos destacados profesionales, José Camón Aznar (1898-1979) –primer director de la Fundación y del Museo– y Fernando Chueca Goitia (1911-2004) –arquitecto encargado de la reforma– tuvo como consecuencia la creación de un espacio modélico para la época. Pese a ocupar las cuatro plantas de la antigua vivienda, no fue un proyecto que pretendiese recrear la casa como tal, sino exponer las diferentes colecciones siguiendo criterios museográficos, historiográficos y estéticos. Así, excepto la planta noble y tres estancias del segundo piso y una del tercero –que conservaron intacta su decoración original–, el resto de los espacios fueron radicalmente modificados con el fin de lograr una puesta en escena que mostrara de forma ordenada y segura las numerosas obras de arte seleccionadas y, a la vez, lograra evocar el ambiente de la residencia del coleccionista.
Primera etapa (1951-2001)
Durante este periodo el Museo expuso en su planta baja arqueología y artes decorativas (platería, esmaltes, joyería, bronces, marfiles…), así como una selección de obras de la escuela italiana. La planta noble estaba dedicada a la pintura española y europea de los siglos XV al XIX, junto a una sala destinada a la Armería, en la antigua entrada principal de la casa. La segunda planta exhibía obras representativas de las diferentes escuelas pictóricas europeas, desde el siglo XV al XIX, recorrido que concluía con una sala en la que destacaban las obras de Goya, además de una vitrina de relojes. La última planta –abierta al público en 1958– mostraba una selección de las colecciones de medallas, monedas, armas, textiles…, espacio cerrado al público unos años antes del cierre temporal del Museo en enero de 2001.
Segunda etapa
Medio siglo después de su apertura, tanto el edificio como la instalación museográfica, sin reforma alguna durante este largo período, mostraban ya evidentes signos de envejecimiento. Esta situación llevó a la dirección de la Fundación –a cargo entonces de Araceli Pereda Alonso– a elaborar un ambicioso plan de renovación de sus instalaciones que se inició con la rehabilitación del edificio de la España Moderna –donde se ubican la Biblioteca, oficinas y el auditorio–, y culminó con la renovación integral del Museo, obra compleja desarrollada por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte entre enero de 2001 y el 13 de febrero de 2004, fecha en que volvió a abrirse al público.
La reforma del Museo, dirigida en su parte arquitectónica por Fernando Borrego y en la museográfica por Jesús Moreno y Asociados, supuso, además de la renovación completa de las instalaciones técnicas del edificio, un profundo cambio en cuanto a contenidos y distribución de estos, según el proyecto museológico de la entonces directora, Letizia Arbeteta Mira y todo el equipo. A este respecto, cabe destacar, entre otras novedades, la justa y necesaria incorporación de información sobre el coleccionista, ausente en la anterior instalación. En la selección de obras se primó la calidad sobre la cantidad, siguiendo las pautas marcadas por los nuevos catálogos de las colecciones, encargados desde 1999 a destacados especialistas. Además, en la instalación se tuvieron en cuenta las cuestiones técnicas necesarias para la correcta conservación de las colecciones –control de temperatura, humedad, iluminación…–, y para la seguridad de estas (vitrinas, cámaras de vigilancia o alarmas). Hay que destacar, por último, que los diferentes espacios del Museo fueron adaptados para garantizar la accesibilidad a todo tipo de visitantes.
El Museo hoy
El Museo muestra casi cinco mil piezas distribuidas en las cuatro plantas del edificio siguiendo un esquema sencillo, complementado con textos de planta y de sala, que permite conocer y disfrutar de la calidad y variedad de la Colección.
Planta baja
La planta baja, antigua zona de servicio de la casa, presenta al visitante la figura de José Lázaro en sus diversas facetas —coleccionista de arte, admirador de Goya, editor y destacado bibliófilo—, así como las claves que definen su colección: su apuesta por el arte español, el arte europeo que que trajo a España y su pasión por la belleza. La planta se completa con la deslumbrante Cámara del Tesoro, una de las mejores colecciones europeas de platería civil y joyas con piezas que abarcan desde el siglo III a. C. hasta finales del XIX. Esta planta presenta las claves interpretativas de la colección mediante una selección de obras de autores como Teniers, Mateo Cerezo, Lucas, Juan Hispalense, Sittow, El Greco, Zurbarán, Cabezalero, Sánchez Coello, Reynolds, Walskappelle o Bosschaert, junto a piezas singulares como el Jarro tartésico, la Taza Aldobrandini o el Estoque de Tendilla.
Planta primera
La planta primera, la zona noble del palacio, conserva íntegra la decoración y distribución original con los techos pintados por Eugenio Lucas Villamil, zócalos de mármol, madera o estuco y magníficos suelos de marquetería. Sus nueve salas muestran, en orden cronológico, una nutrida representación del arte español, desde el siglo XV al XIX: pintura, escultura, mobiliario y artes decorativas. Entre las piezas expuestas destaca la colección de pintura sobre tabla (Blasco de Grañén, García del Barco, Maestro del Parral o Maestro de Astorga), el conjunto de orfebrería (mayoritariamente religiosa y de escuela castellana, aragonesa y valenciana), la pintura de los siglos XVI (El Greco o Sofonisba Anguissola), XVII (Velázquez, Zurbarán, Ribera, Pereda, Murillo, Carreño, Claudio Coello, Antolínez o Rizi), del XVIII (Meléndez, Bayeu o Paret) y de la de la primera mitad del XIX (Agustín Esteve, Zacarías González Velázquez, Vicente López, Federico Madrazo, Antonio Esquivel, Leonardo Alenza o Eugenio Lucas), así como la magnífica colección de lienzos de Francisco de Goya (obras clave como El Aquelarre, Las Brujas o La Era, entre otras).
Planta segunda
La segunda planta, antigua zona privada de la casa muy transformada en la reforma de mediados del siglo XX, ofrece una selección de obras de las escuelas europeas más importantes como la italiana, flamenca, alemana, holandesa, francesa e inglesa. Pese al predominio de la pintura (con obras de Boltraffio, Samacchini, Clovio, Cavallino, Van Dornicke, Metsys, Isenbrandt, Van Orley, El Bosco, Quellinus, Teniers, Cranach, Maes, Roepel, Lely, Constable, Rommey o Stuart), hay que destacar el interés y el valor de las colecciones de bronces, esmaltes, relojes, mobiliario, cerámica o platería civil. Asimismo, esta planta incluye un espacio dedicado a mostrar en exclusiva el conjunto de iluminaciones, pequeños retratos y miniaturas.
Planta tercera
El denominado “Gabinete del coleccionista”, situado en la tercera planta, exhibe de forma innovadora, en vitrinas y cajones –que el público puede abrir– colecciones no representadas en el resto del Museo: armas, tejidos, monedas, hierros, medallas o jaeces. Esta planta se completa con piezas de otras colecciones ya presentes en las plantas anteriores: marfiles, cerámica, platería, esmaltes, vidrio, escultura, bronces y sigilografía. Aunque todas las colecciones aquí reunidas presentan obras de gran valor, hemos de destacar por su riqueza y singularidad los tejidos, armas, monedas y medallas.